Cuando me fui a vivir a Ixtapa, mi mamá encontró 3 gatitas en el jardín, las adoptamos y tuvieron hijos, después sus hijos tuvieron hijos y así se hicieron 18 gatos. Todos tenían nombre y con todos jugaba diario. Cada que nos cambiabamos de casa nos llevábamos a los gatos. Cuando nos regresamos al DF no me pude traer a mis gatos.
Después de mucho insistirle a mi mamá, me dejó tener un gato. Le hablé a mis primas y me regalaron uno de 2 meses de nacido.
Ellas me dijeron que era muy miedoso y sí, en realidad lo era. Tuve vacaciones en la escuela, así que pude quedarme con él toda la semana: lo primero que hice fue buscarle un nombre, me dieron muchas opciones pero al final me decidí por "Maní".
Al principio era muy juguetón, corría por todos lados y le gustaba dormir en mi almohada. Con el tiempo fue creciendo más y más, ahora es un gato gordo, duerme en mis pies, juega con mis ligas para el cabello, corre de un lado al otro...
Desde el primer día lo amé y lo sigo amando cada día más, es el amor de mi vida, es como un hijo para mí: lo cuido, lo cargo, juego con él, lo abrazo, lo beso muchísimo y nunca me canso de verlo dormir. Amo verlo, amo tomarle fotos, amo platicar con él, amo que me diga "mamá"; a veces me rasguña, se enoja conmigo y me desespera mucho, pero sé que siempre me va a ver como su madre y yo lo veré como mi hijo.
que lindo
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